Nacer como un ser diminuto y comenzar a palpar aquella suave
brisa, sentir el tacto del agua y tomarla alegremente como si fuera el último
sorbo. Crecer en aquel barrio, asomándose cada día para observar como aquellas
personas juegan y disfrutan el paso del tiempo en la puerta de tu casa. Hablar
con tus vecinos y contar las experiencias de cada día, que aunque sean
similares, siempre tienen algo nuevo y emocionante. Acostarse sobre el viento de
cada día y, cuando no te des cuenta, experimentar la llegada del otoño,
envejecer, caer del árbol, y morir.